domingo, noviembre 20, 2005

El mosaico ¿enfermedad o acomodo?

El mosaico ¿enfermedad o acomodo? Por Carlos E. Chardon

El mosaico en Puerto Rico, hace cincuenta años, era una enfermedad que amenazaba acabar con la caña de azúcar. Hoy se presenta como base integradora, no asimiladora, del puertorriqueño y el hispano a la nación americana, no sin que pensadores de derecha a izquierda, de Buchanan a Huntington a Schelessinger, hallen el mosaico tan dañino al credo americano como lo fuera a nuestra industria principal en el pasado. El mosaico, como explicación del fenómeno integracionista americano, tiene por lo menos cuarenta años dando tumbos en las ideologías americanas.

Lo que es relativamente nuevo es la sugerencia de que la sociedad americana debe ser un mosiaco. Esa parece ser la sugerencia de Pedro Rosselló. La diferencia no es retórica, puesto que se elimina la asimilación como meta social y política y se reconcibe la nación como atada solamente por intereses e instituciones de segundo órden, constitucionales, políticos, económicos, pero no familiares, religiosos y comunales. Afecta la política e inversiones públicas singularmente.

En Puerto Rico, ello resultaría en currículos escolares que realcen y resalten las diferencias los dominicanos, a los isleños, a los niuyoricans y otros angloparlantes. !A los hijos de angloparlantes sería enseñarles en inglés en las escuelas públicas! La historia patria, en muchas escuelas de la zona metropolitana sería la de Duarte, Sánchez y Mella que, por los avatares políticos españoles, incluiría a Hostos, de refilón.

Ni los amos españoles ni los amos americanos creían en la diversidad, ni entendían de derechos culturales. Los catalanes, valencianos, vascos, gallegos en América habrían de hablar castellano, español para nosotros. Hoy España es otra cosa. La tesis asimilista del "melting pot" de principios de siglo XX, tan afín a Teodoro Rossevelt y, hoy, de la mayoría de los republicanos americanistas del corazón del rollo (centro y sur, y las zonas que no bañan los mares) está bajo asedio por el centro e izquierda americana, como lo está en Francia por la mayoría de los intelectuales ante los desmanes de los últimos días. Estos americanistas se aferran a misma idea de grandeza y unicidad basada en ancestros comunes que tienen los galoises, autodenominados como los verdaderos franceses, igual que los Anglo-Saxons (que no son tal por ser también irlandese y alemanes, hoy en día, asimilados) son los verdaderos americanos, a su propio entender. Ambos, galoises y real Americans quieren mantener su tradición incolumne (La Belle France y the American Creed), limpia de influencias que la degraden, no por malas sino por diferentes. Nosotros no tenemos l’Academie Francaise, pero tenemos el Instituto de Cultura Puertorriqueña, el Ateneo, la Academia de la Lengua, etc. Al igual que los Anglo-Saxons y los galoises, queremos mantner nuestra tradición prístina.
La escuela pública, que fue el instrumento asimilatorio por nuestros primeros cincuenta años americanos, y todavía lo es en Francia, tiene la misma función en el Puerto Rico moderno, pero con otra meta. Recordemos también aquel texto de hace treinta años del tercer grado en nuestras escuelas públicas que enseñaba retratos de varios escolares, clasificándolos como puertorriqueños y no puertorriqueños. Había uno de una criatura de padres dominicanos (ya amenzaba el expectro de una cultura diferente y una mezcla de razas diferente a la nuestra, aunque fuera en grado) donde el texto aseguraba a los niños de ocho a diez años, que ese no era de aquí. No somos ni mejores ni peores.
En Puerto Rico, forzamos la integración de todos a nuestro medio, cueste lo que cueste. No hay miramientos morales ni éticos. Lo hacemos impunemente por mantenernos bajo el radar de los derechos civiles americanos. No garantizamos los mismos derechos educativos en Puerto Rico que exigimos en los estados de la nación.

La tesis asimilista del "melting pot" de principios de siglo XX, tan afín a Teodoro Rossevelt y, hoy, de la mayoría de los republicanos americanistas del corazón del rollo (centro y sur, y las zonas que no bañan los mares) está bajo asedio por el centro e izquierda americana, como lo está en Francia por la mayoría de los intelectuales ante los desmanes de los últimos días.

Estos americanistas se aferran a misma idea de grandeza y unicidad basada en ancestros comunes que tienen los galoises, autodenominados como los verdaderos franceses, igual que los Anglo-Saxons (que no son tal por ser también irlandese y alemanes, hoy en día, asimilados) son los verdaderos americanos, a su propio entender. Ambos, galoises y real Americans quieren mantener su tradición incolumne (La Belle France y the American Creed), limpia de influencias que la degraden, no por malas sino por diferentes.

Nosotros no tenemos l’Academie Francaise, pero tenemos el Instituto de Cultura Puertorriqueña, el Ateneo, la Academia de la Lengua, etc. Al igual que los Anglo-Saxons y los galoises, queremos mantner nuestra tradición prístina.

En Puerto Rico, forzamos la integración de todos a nuestro medio, cueste lo que cueste. No hay miramientos morales ni éticos. Lo hacemos impunemente por mantenernos bajo el radar de los derechos civiles americanos. No garantizamos los mismos derechos educativos en Puerto Rico que exigimos en los estados de la nación.

Allá es otra cosa. Allá tenemos derechos que aquí a nadie se le nocurriría exigir, pues no hay corte, local o federal que se lo sostenga. Allá hay derechos civiles. Rosselló tiene razón en su libro al señalar que los derechos son función del poder. Allá tenemos votos, que es lo mismo que tener poder. Aquí las minorías son exíguas, por lo que no tienen poder y las cortes, federales y estatales, no los atienden ni los atenderán. Allá estamos cobijados por los derechos americanos y aquí, por los puertorriqueños. Allá somos American citizens, aquí puertorriqueños mientras la meta nacional sea la asimilación.


Google Groups Suscribirse a perspectivaestadista
Correo electrónico:
Ver archivos en groups.google.com.pr